“Canten con júbilo a Dios, nuestra fortaleza; ¡aclamen alegres al Dios de Jacob! ¡Entonen salmos! ¡Toquen ya el pandero, el arpa y la lira melodiosa! ¡Toquen la trompeta en la luna nueva y en la luna llena, día de nuestra fiesta! Este es un estatuto para Israel, una ley del Dios de Jacob. Cuando salió contra la tierra de Egipto, lo estableció como un mandato dado a José. Escuché una voz desconocida decir: «Te he quitado la carga de los hombros; tus manos se han librado del pesado cesto. En tu angustia me llamaste y te libré; oculto en el trueno te respondí; en las aguas de Meribá te puse a prueba. Selah. »Escucha, pueblo mío, mis advertencias; ¡ay, Israel, si tan solo me escucharas! No tendrás ningún dios extranjero, ni te postrarás ante ningún dios extraño. Yo soy el Señor tu Dios, que te hice subir de la tierra de Egipto. Abre bien la boca, y te la llenaré. »Pero mi pueblo no me escuchó; Israel no quiso hacerme caso. Por eso los abandoné a la terquedad de su corazón, para que actuaran como mejor les pareciera. »Si mi pueblo tan solo me escuchara, si Israel quisiera andar por mis caminos, ¡cuán pronto sometería yo a sus enemigos, y volvería mi mano contra sus adversarios! Los que aborrecen al Señor se rendirían ante él, pero serían eternamente castigados. Y a ti te alimentaría con lo mejor del trigo; con miel de la roca te saciaría».”
Salmo 81:1-16 NVI
Hoy el Señor te dice:
“«Te he quitado la carga de los hombros; tus manos se han librado del pesado cesto.»
Salmo 81:6 NVI
Créelo de corazón, a las promesas del Señor accedemos por fe. Hoy Él está removiendo peso de tus hombros, cargas que el enemigo puso para detener tu destino, para hacer difícil tu camino y que te rindieras, pero el Señor hoy renueva tus fuerzas como las águilas y correrás y no te cansarás, caminarás y no te fatigarás. Respira profundo, llénate de la palabra de Dios; ahí está tu sustento, su voluntad, su consejo, tu alivio, tu sanidad. En 1 Tesalonicenses 5:16-18 dice: “Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.” Este salmo nos afirma esta palabra pues empieza animándonos a alabar a Dios, a cantarle canciones, a gozarnos en su presencia. Luego viene la promesa: nos quitará el peso que nos aflige, nos liberará. Y por último hace una advertencia: “Escuchen mi voz y vuelvan a mi camino.” Dios es un Padre bueno, Él está esperando que tengamos convicción de pecado y nos arrepintamos de corazón, silenciemos las voces de nuestros enemigos y lo escuchemos solo a Él. Hay una parte de este salmo que dice: “Abre bien tu boca y yo la llenaré.” Imagínate que el Todopoderoso, el Creador de los cielos y la tierra, de donde viene nuestro socorro y nuestro auxilio, hoy nos diga: “Abre tu boca y yo la llenaré.” Empieza a hablar, a creer, a profetizar, a declarar, a proclamar, y Dios llenará tu boca con sus palabras que son vida, que cambian cualquier circunstancia, que transforman a cualquier persona. Cualquier cosa que necesites que cambie en tu vida, es el momento de creerle a Dios, de cambiar tu mentalidad, de entregar tu corazón completamente, ejerciendo esa autoridad que Jesús nos dio en la Cruz, orando lo que su palabra dice. Podemos ejecutar los planes de Dios para nuestra vida, para nuestra familia, para nuestra nación. Despiértate tú que duermes; es hora de resplandecer. Levántate que tu tiempo es ahora, escucha lo que tu Padre tiene para decirte.
Espíritu Santo, oro en este momento para que cada persona que se ha puesto en acuerdo conmigo para hablar contigo sea llena de ti, sea llena de esperanza, de fe para creer en tus promesas, que seas tú escudriñando sus corazones y trayendo arrepentimiento de lo profundo de su alma. Silencia toda voz que Satanás levantó para detenerlos, enfermarlos, lastimarlos, ofenderlos, oprimirlos. Hoy te pido que traigas libertad a sus corazones, que todo temor de las tinieblas sea disipado por tu amor y su confianza en ti sea restaurada al volver a poner sus ojos en ti, Jesús. Háblales, hazlos volver a tus caminos, trae restauración, llena su boca con tus palabras, con tus promesas; que toda carga y todo peso sea removido de sus hombros y de sus manos en el nombre de Jesús.
Gracias, Padre. Amén.
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