Salmo 51
Ten misericordia de mí, oh Dios, debido a tu amor inagotable; a causa de tu gran compasión, borra la mancha de mis pecados. Lávame de la culpa hasta que quede limpio y purifícame de mis pecados. Pues reconozco mis rebeliones; día y noche me persiguen. Contra ti y solo contra ti he pecado; he hecho lo que es malo ante tus ojos. Quedará demostrado que tienes razón en lo que dices y que tu juicio contra mí es justo. Pues soy pecador de nacimiento, así es, desde el momento en que me concibió mi madre. Pero tú deseas honradez desde el vientre y aun allí me enseñas sabiduría. Purifícame de mis pecados, y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve. Devuélveme la alegría; deja que me goce ahora que me has quebrantado. No sigas mirando mis pecados; quita la mancha de mi culpa. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y renueva un espíritu fiel dentro de mí. No me expulses de tu presencia y no me quites tu Espíritu Santo. Restaura en mí la alegría de tu salvación y haz que esté dispuesto a obedecerte. Entonces enseñaré a los rebeldes tus caminos, y ellos se volverán a ti. Perdóname por derramar sangre, oh Dios que salva; entonces con alegría cantaré de tu perdón. Desata mis labios, oh Señor, para que mi boca pueda alabarte. Tú no deseas sacrificios; de lo contrario, te ofrecería uno. Tampoco quieres una ofrenda quemada. El sacrificio que sí deseas es un espíritu quebrantado; tú no rechazarás un corazón arrepentido y quebrantado, oh Dios. Mira a Sión con tu favor y ayúdala; reconstruye las murallas de Jerusalén. Entonces te agradarán los sacrificios ofrecidos con un espíritu correcto; con ofrendas quemadas y ofrendas quemadas enteras. Entonces volverán a sacrificarse toros sobre tu altar.
Salmos 51:1-19 NTV
David escribió este salmo después que Dios envío el Profeta Nathan para darle una palabra de corrección. El pecado había endurecido el corazón de David de tal manera que no había visto su pecado, no era conciente del mal que había hecho y no estaba escuchando a Dios para arrepentirse. Tuvo que venir un profeta para el darse cuenta que sus planes habían contristado a Dios y ahora tendría que asumir consecuencias muy dificiles. Esta historia la puedes leer completa en 2 Samuel 12.
La dureza del corazón, nos deja espiritualmente, ciegos y sordos. Jesús dijo en Mateo 13:14-15
De esa forma, se cumple la profecía de Isaías que dice: “Cuando ustedes oigan lo que digo, no entenderán. Cuando vean lo que hago, no comprenderán. Pues el corazón de este pueblo está endurecido, y sus oídos no pueden oír, y han cerrado los ojos, así que sus ojos no pueden ver, y sus oídos no pueden oír, y su corazón no puede entender, y no pueden volver a mí para que yo los sane” .
Muchas personas no reciben su sanidad, las respuestas a sus oraciones o el cumplimiento de sus promesas porque su corazón se ha endurecido. El pecado nos aparta de Dios, debemos ir a Su presencia y reconocer nuestras fallas, arrepentirnos de: ofensas, orgullo, falta de perdón, envidia, competencia, pleitos, contiendas, enojos, mentiras, rebelión, desobediencia. Pregúntale al Espíritu Santo todos los días en el tiempo de oración por lo que está oculto en nuestro corazón que nuestros ojos no lo ven. Toma tiempo para escuchar lo que el Espíritu de Dios te va a decir. El se encargará, si dispones tu corazón con humildad, de mostrarte en lo que estás mal. Puede ser que no te guste o que al principio no estés de acuerdo con lo que El te mostro, pero con su ayuda como David llegaras al arrepentimiento, verás claramente tus fallas y Dios podrá sanarte. Una excelente estrategia para ver tus fallas es tener personas confiables cerca tuyo, que te conozcan y que puedan hacerte ver lo que tu no puedes ver. Líderes, amigos maduros en la fe que con amor te corrijan. Esas personas valoralas! son enviadas por Dios a tu vida. Preocúpate cuando los que te rodean solo te dicen lo bueno que eres y de nadie recibes corrección eso te llevará a crecer tu orgullo, a pecar fácilmente y a endurecer tu corazón.
Oremos con el salmo 51
Señor hoy reconocemos que todo hombre ha pecado y que el pecado nos aparta de ti y levanta muros en nuestros corazones que apagan tu vos. Te pedimos nos muestres lo que nuestro corazón oculta, lo que no podemos ver, déjanos ver el dolor que cicatrizó en falso, la ofensa que se oculto por el afán pero nunca la rendimos a ti, el enojo que se reprimió, las heridas que se taparon por temor, el orgullo que se disfrazó de inseguridad y miedo. Entregamos nuestro corazón, nuestra alma a ti ten misericordia de nosotros y limpiamos con tu amor inagotable. Borra la mancha del pecado con tu preciosa sangre. Nos arrepentimos perdonanos. Lava la culpa hasta que quedemos limpios y purifícanos y quedaremos más blancos que la nieve . Tú deseas honradez desde el vientre y aun allí nos enseñaste sabiduría. Dadnos alegría; deja que nos gocemos aún cuando nos hayas quebrantado. Crea en oh Dios, un corazón limpio y renueva un espíritu fiel dentro de nosotros. No nos quites de tu presencia nunca y no nos quites tu Espíritu Santo. Restaura la alegría de tu salvación y haz que estemos dispuestos a obedecerte.
Pídele perdón por cualquier cosa que El te muestre en este momento, El te quiere hablar, el te quiere sanar.
Recibimos tu perdón!
Te amamos amen.
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